La opinión de un equipo que trabaja día a día en la cirugía estética
Todos somos ya conocedores de la emotiva historia de la chica del bañador verde, una publicación escrita y compartida en redes sociales por Jessica Gómez, en la que se dirige a una joven que se sentó a su lado en la playa, empatizando con los complejos de su cuerpo.
En una entrevista concedida a Smoda hace pocos días, Jessica explica con mucha elocuencia cómo millones de mujeres en todo el mundo se avergüenzan de su cuerpo cuando van a la playa o la piscina y lanza su parecer sobre las obsesiones físicas:
“Hay personas que lo superan, personas que arrastran los mismos complejos toda la vida y personas que cambian de unos complejos a otros… Pero hay una cosa que parece que compartimos todos: cuando vemos las fotos de esos momentos en los que no nos gustábamos, no entendemos de qué nos avergonzábamos. Es una pena que a veces sólo nos veamos como realmente somos al volver la vista atrás”.
Estamos de acuerdo con la autora de Querida chica del bañador verde en que debemos respetar profundamente el cuerpo humano por el hecho de ser el envoltorio de nuestra vida, y entendemos el mensaje que quiere lanzar, pero creemos que se ha olvidado algo importante en esta maravillosa historia. Jessica habla desde la toalla de al lado. Esa toalla no es ni siquiera parecida a la de la chica de verde. En su toalla, hay una mujer fuerte, que ha conseguido aceptarse tal como es, con sus defectos y virtudes, digna de aplauso. Desde su toalla, no la miraba, pero la vió. La chica de verde sabe que mucha gente la ve. Ella no quiere mirarse, pero también se ve. Se ve cuando va en bikini, pero también se ve cuando lleva tapado hasta el último poro de su piel cualquier día de Enero.
Ojalá todos y cada uno de nosotros pudiéramos ser felices con lo que tenemos, pero esa no es la realidad. Podemos cambiar a mejor, somos dueños de nuestra libertad ante diversas opciones. Nos hemos quitado el vello del cuerpo, teñido el pelo y pigmentado nuestra piel con dibujos que nos gustan, y eso no nos ha hecho menos naturales sino más felices. Hemos minimizado los riesgos de la mano de la tecnología, y ya no tenemos que conformarnos. Hace tiempo que no. Es bueno que trabajemos por desmitificar el tópico de belleza 90-60-90, pero también es bueno que dejemos de castigarnos obligándonos a permanecer escondidos ante problemas con solución.
Esa chica, después de todo, es afortunada: es capaz de ponerse el bañador y disfrutar más o menos de un día de playa con sus amigas. Pero en Aurea Clinic trabajamos día a día con personas que no son capaces de hacer eso. Personas llenas de miedos, de inseguridades, que no se comparan con las modelos de Victoria Secret, sino con ellas mismas.
Basta de castigar a las chicas de bañadores verdes, por supuesto. Pero basta también de castigar a las personas que visten bañadores azules. Personas que son juzgadas bravamente solo por haberse puesto en manos de la cirugía estética para mejorar, cuando tenemos el derecho y la libertad de decidir lo que queremos mejorar de nuestro aspecto. Sin hacerle daño a nadie. Personas que han decidido que no quieren (o no pueden) conformarse, ni con las modas de la televisión ni con lo que les ha tocado de serie.
La cuestión no está en el color del bañador, sino en el hecho de observarlo desde la toalla de al lado.
En Aurea Clinic trabajamos día a día para que descubras tu mejor yo y te sientas bien y guap@ por dentro y por fuera.